de Buenos Aires
Línea H

Durante los años previos a la inauguración del Subte en Buenos Aires y el primero en América Latina, la necesidad de un medio de transporte seguro, rápido y moderno generó un sinnúmero de propuestas: desde tranvías aéreos, cuyas vías eran soportadas por imponentes columnas de hierro, hasta laberintos subterráneos que se hundían en las entrañas de la metrópolis. Al final de las discusiones, ganó el subsuelo.
El lunes 1° de diciembre de 1913 se inauguró la actual Línea A, que unía la Plaza de Mayo con la Plaza 11 de Septiembre (actual Plaza Miserere), y conectaba con el ferrocarril. Con la presencia del vicepresidente Victorino de la Plaza, el intendente municipal Joaquín S. de Anchorena, ministros y diplomáticos, se fijó la importancia nacional e internacional del primer subterráneo en todo el hemisferio sur.
Con bombos y platillos se vaticinó un futuro prometedor, una nueva conquista de la civilización que iluminaba eléctricamente las profundidades de la tierra. La ceremonia fue una fiesta: funcionarios, trabajadores y curiosos se agolparon en los andenes para ser parte de la nueva experiencia. Si en un primer momento fue una aventura sumergirse en las estaciones, que igualaba al trabajador de oficina con los héroes mitológicos, en poco tiempo el viaje en subterráneo se transformó en un paseo concurrido, tanto que a los escasos quince días un periodista atónito se sorprendió de los coches eléctricos que pasaban rápidamente, siempre completos.
Hoy, 110 años después de aquel lunes, el Subte se encuentra atravesando un nuevo capítulo en su historia, con la nueva concesión de la empresa Emova desde 2021. Todos los días más de novecientas mil personas lo eligen para ir a trabajar, estudiar y conocer la ciudad, entrecruzando en cada viaje sus vivencias y proyectos. Sus trayectorias pueden parecer similares, pero nunca son idénticas.
Fotografía de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Departamento de Archivos, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Subfondo Archivo de redacción Qué sucedió en siete días, 1913.
Los cambios en la tecnología y en las costumbres fueron dando forma a nuevas experiencias. ¿Alguna vez hablaste sobre tu primer viaje en Subte con familiares y amigos? Si aún no lo hiciste, el momento es ahora. Esta muestra es una invitación a descubrir una historia de la que todos formaremos parte en el futuro.
Entremos a esa historia, aquel primer viaje en la infancia. A medida que bajamos, surgían las primeras preguntas: ¿cómo funcionan las escaleras mecánicas? ¿Qué ven los escalones cuando desaparecen bajo el suelo? ¿Y los molinetes?
Desde el primer momento los usuarios del Subte dejaron huellas de la cultura material de su época. Los primeros molinetes se instalaron en 1930 y funcionaban con monedas corrientes. Durante las noches, los guardas solían encontrar en sus depósitos botones, chapitas de gaseosa o cartoncitos troquelados. Recién en 1962 se implementó un sistema de cospeles para todas las líneas. En el inicio del tercer milenio aparecieron las tarjetas magnéticas Subtepass, las que todavía podemos encontrar en nuestras casas ya sea como señaladores en los libros o recuerdos de fechas importantes. Pocos meses después se comenzaron a utilizar las tarjetas recargables Subtecard y Monedero, que permitían asegurar el viaje de toda la semana. La tecnología actual nos abre las puertas a posibilidades antes impensadas, como cargar la tarjeta SUBE con las billeteras virtuales teniendo solamente nuestro teléfono celular.
Hoy las innovaciones tecnológicas podemos encontrarlas en cada espacio del Subte. Desde los primeros relojes y carteles luminosos hasta las pantallas y tablets que cuentan con información en tiempo real, pasando por las baldosas guías o los mapas esquemáticos. Todos estos objetos que hoy nos resultan familiares e indispensables, hace 100 años eran proyectos utópicos, cuentos de ciencia ficción. La historia del Subte es un cambio continuo que lo convierte en el medio de transporte más seguro y eficiente. Cada día pensamos, proyectamos, construimos y utilizamos nuevas tecnologías que permiten una movilidad sustentable. Somos parte de la historia que se escribirá en el futuro.
Vivir el subterráneo es más que viajar, mucho más que transitar. Dentro del intrincado laberinto existen códigos que trabajadores y usuarios manejan a la perfección. Los mismos colores que hoy distinguen unas líneas de otras, fueron cambiando al pasar los años. Hasta mediados de los noventa la Línea B era identificada con el color verde, y la D con el rojo. ¿Te imaginás bajar un día a la estación Carlos Pellegrini y sentir que los carteles te están jugando una broma?
Hoy estamos tan acostumbrados a los colores y tipografías, o al diseño de los planos verticales, que es difícil pensar que detrás de ellos hubo (y hay) diseñadores, técnicos y artistas pensando cómo facilitarles la experiencia a los usuarios. Descender las escaleras por la derecha, dejar salir antes de ingresar al coche, cederle el asiento a las personas con movilidad reducida, códigos y prácticas que hablan de la solidaridad de nuestra comunidad, pero también de años de aprendizaje y de relacionarse con los otros.
El ámbito del Subte está lejos de ser “de paso”. Es un espacio cargado de historias, de cambios y desafíos. ¿Cuántas parejas se han visto por primera vez de un andén a otro en la estación Primera Junta? ¿O fijaron su primera cita en la salida de la estación Callao? ¿Quién no se enamoró fugazmente de la muchacha que leía el mismo libro que descansaba en nuestra mochila?
Los rostros que vemos cada día terminan por resultarnos familiares, como se asombra Jorge Luis Borges en El Aleph;[1] o misteriosamente únicos, como las mujeres y hombres pálidos que encuentra Julio Cortázar en Texto en una libreta[2]. Recordamos cada esquina de las estaciones que consideramos “nuestras”, y nos terminamos fundiendo con ellas, olvidando nuestra sombra, como Charly, en Eiti-Leda.[3]
[2] Publicado por primera vez en México en 1980, dentro del libro de cuentos Queremos tanto a Glenda.
[3] Eiti-Leda apareció por primera vez en el álbum Adiós Sui Géneris, en 1975.

¿Cuáles son las líneas del subte en Buenos Aires?
La primera Línea (que hoy lleva la letra A, pero cuando se inauguró se lo conocía como el Tranvía Subterráneo de Plaza de Mayo a Plaza 11 de Septiembre) se inauguró en 1913. Actualmente recorre 18 estaciones en 26 minutos y se extiende bajo la avenida Rivadavia, desde Plaza de Mayo hasta el barrio de Flores. La Compañía Anglo Argentina de Tranvías (CAAT) fue la responsable de la construcción y su administración en los primeros años. La concesión fue realizada por el Gobierno Municipal.
La actual Línea B, originalmente era el tranvía subterráneo de la Compañía Lacroze Hnos. (de capitales nacionales), se inauguró en 1930. La concesión fue realizada por el Gobierno Nacional que buscaba conectar el sistema ferroviario con el tranviario de la Capital. Actualmente recorre 17 estaciones en 27 minutos. Fue la primera en incorporar escaleras mecánicas y molinetes para el control de los pasajeros.
La Línea C se inauguró en 1934, y atraviesa el centro porteño. Recorre 9 estaciones en 12 minutos, combina con las Líneas A, B, D y E, y sus cabeceras son dos importantes centros de trasbordo de la Ciudad: Constitución y Retiro. La empresa constructora fue la Compañía Hispano Argentina de Obras Públicas y Finanzas (CHADOPYF) de capitales españoles. Fue la primera en incluir murales en sus estaciones, de los artistas Martín Noel y Manuel Escasani.
La Línea D se inauguró en 1937, también concesionada por la CHADOPYF. Con su trazado debajo de las avenidas Córdoba, Santa Fe y Cabildo recorre 16 estaciones en 25 minutos y conecta el microcentro con el barrio de Belgrano. Además permite combinar con los ferrocarriles Mitre y San Martín.
La Línea E fue una de las que más discusiones generó, al punto de tener que cambiar el recorrido originalmente propuesto. Fue inaugurada en 1944 por la Corporación de Transportes de Buenos Aires (CTCBA), empresa mixta creada para unificar el control de los transportes públicos en la capital. Actualmente recorre 18 estaciones en 30 minutos y es la más larga de toda la red.
La Línea H es la más nueva. Se inauguró en 2007, sobre la base de un diseño de Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (SBASE). Sus 12 estaciones conectan los barrios de Recoleta y Parque Patricios en 19 minutos y permiten combinar con las Líneas A, B, D y E y con el ferrocarril Sarmiento.
Acerca de las curadoras
Ana Bonelli es Licenciada en Artes (FFyL – UBA) y Doctoranda en Historia con mención en Historia del Arte (EIDAES – UNSAM). Es Becaria Doctoral de CONICET y su investigación gira en torno a las artes gráficas y el desarrollo del transporte ferroviario en Argentina entre 1890 y 1940.
Cecilia Gallardo es Maestranda en Museología (Fac. Cs. Naturales e IML -UNT), Técnica Universitaria en Fotografía (FARTES – UNT) y Abogada (UNT).